sábado, 29 de mayo de 2010

POEMA DEL BICENTENARIO



Por Rubén A. Fiorentino


Dos gambas de años deschava, la patria de San Martín
y por puro berretín de piropearla verseaba.
Cuando Mayo se moría, este yeite comenzaba
y desde allí se junaba que para lunga seguía.
Relojeando que el monarca, estaba en cana en Europa,
prendieron cinta en la ropa, gorutas de esta comarca.
Unos dicen que llovía, otros baten que chispeaba
pero nadie se movía sin saber que se trataba.
Los puntos que allí tallaron lo fletaron al virrey,
sin jabón a estar “orsei”, por la junta se jugaron.

La cosa es que aquellos ñatos la tuvieron que agrandar
no es que fueran colifatos sino afán de mejorar.
Luego el gobierno finó, ya remendado y jovato,
lo sucedió un Triunvirato y otro nuevo que llegó.
Después los cráneos de entonces, con esperanza y valor
a un Supremo Director escracharon para el bronce.
Heredaron a virreyes, caudillos y dictadores,
antiguos gobernadores, Restaurador de las Leyes...
Unitarios, federales, en dos bandos separó
la bronca pronto se armó entre los taitas rivales.

Hasta que un día prudente, junenmé con atención,
tuvimos Constitución y el trompa fue el presidente.
El tango, la inmigración, serenata en la ventana
y la trágica semana que pone al cuore un crespón.
Siguió la década infame, que el dos por cuatro resalta
al mundo un tornillo falta y así Cadícamo clame.
Con la justicia social, el checo justicialista
y el envión progresista de un nuevo Plan Quinquenal.
Luego el Pocho que cayó, cuanta malaria y tormento
y aquel cruel fusilamiento palma a Valle que se alzó.

Fule tiempo los setenta, la violencia entra en acción
y la brutal represión nos cobra vidas a cuenta.
Con los del parche en el ojo, siguió el candombe después
con resultado al revés afirmaron su despojo.
Penas y gloria vivió, el piantarse de los años,
son testigos los estaños, cuando Carlitos crepó.
Cuando el chueco de Balcarce, en la tierra de los gringos
demostró que buenos pingos van para allá a coronarse.
Pascualito se apuntó como un buen gallo de riña
encajando tanta piña que hasta Firpo impresionó.

Zabala brilló rajando, con la paleta Quinquela,
Pedro Palacios la escuela y Maradona jugando.
Con el fueye rezongando, Pichuco trae La Bordona
en tanto Atahualpa entona y el ciego sigue pitando.
Vilas le da a la raqueta, Demiddi vuela en su bote
El “Manu” pianta rebote, Nicolau en la pileta.
Desde el valle al Aconcagua, aplauden a Alippi y Muiño,
Tita al Hugo le hace un guiño, mientras turbia baja el agua.
Con el Luna y el Colón, Bombonera y Obelisco,
Leguisamo cruza el disco, en Octubre San Perón.

Chamuyando mi sentir y para finar la historia
juraré vivir con gloria o con ella he de morir.

jueves, 20 de mayo de 2010

Antonio Campos


Nació en el barrio Gardel
a su memoria le canta
la emblemática garganta
de otro morocho como él.

Cara tallada a cincel,
tez morena, negro el pelo,
nacido en el mismo suelo
de nuestro Barrio Gardel.

Y como el Zorzal, aquel
que le diera al tango vuelo,
lo hizo romántico y reo,
le dio prestigio y cartel.

Estaba predestinado
para que en el tango fuera
figura, entre consagrados;

mas, se quedó en la vereda,
desesperando la espera,
en su barrio gardeliano…

Rosas otoñales


Un papel me queda de recuerdo,
de aquel tiempo, que todo era alborada,
un papel con intentos de mis versos
inundando el cristal de tu mirada.

El recuerdo en la nave del olvido,
en el mar de la distancia, naufragando
se perdió, en su propio laberinto,
de insensibles senderos inventados.

Alguna vez los sueños retornaban
caricias y pasión sobre tu almohada
y la mañana cruel del nuevo día
me sorprendía abrazado de la nada.

Pero supe de vos un día cualquiera,
trocose en poesía nuestra prosa,
fue como el sol de nuevas primaveras
que en el otoño, florecieran nuestras rosas

Hermanos contra hermanos...



Fue el principio del fin.
Fue el atropello
de las conquistas sociales obtenidas,
el pisoteo de la humana condición.

Fue la masacre virtual
con su desprecio
total por el obrero de los puertos
por un militar de la nación.

Mediocre general
tras la pelambre,
ocultando su labio leporino,
rugió su voz y su sentencia de hambre
a millones de hogares argentinos..

Y condenó al odio,
y al rechazo,
de las consignas obreras que peleamos
abiertas las arterias de la huelga,
enfrentando hermanos contra hermanos…